Crónicas Urbanas

6/22/2005

La aventura de volar

Si usted desea vivir la aventura al momento de volar, su elección debe se “DELTA Airlines”. Ellos si saben como volver un apacible viaje de negocios o placer, en un factor sorpresa permanente. No debe haber mejores en el mundo de la aviación comercial en este oficio.

Primer día, dos intentos de despegue frustrados por dificultades técnicas, uno de ellos abortado en plena pista y a más de 300 kilómetros por hora. Gran emoción al saber de voz de capitán que junto con el desperfecto de una de las alas se agregó el reventón de una de las llantas del tren de aterrizaje al abortar el despegue. Eso explicó los carros de emergencia que acompañaron al avión de regreso a la puerta de embarque.

Vuelo cancelado. Bien por los estándares de seguridad que cumplen su propósito, y mejor aún por los técnicos de DELTA que saben como sorprender a los aburridos estándares de seguridad.

Curiosa sensación la de reingresar al país sin haber salido y de recuperar la maleta sin haber usado nada de lo que contenía. Pero mucho más extraño fue tratar de entender las órdenes y contraordenes del personal de tierra: ¡Todos arriba del bus para ir al Hotel! ¡Les avisaremos en que bus se irán! ¡Necesitamos anotar sus nombres y teléfonos para llamarlos! ¡Vamos a enviarlos en taxis a sus casas! ¡Les vamos a avisar qué hacer!

El día termina a la medianoche partiendo de vuelta a casa con la estimulante emoción de no saber nada de lo que sucederá el próximo día, excepto la promesa que me llamarán.

Segundo día, la aventura esta vez se extiende a la agencia de viajes quienes aseguran durante todo el día no saber nada excepto que el vuelo se canceló la noche anterior. ¡Que haríamos sin la capacidad proactiva de las agencias de viajes! El plan de aventura para el pasajero de Delta continúa hasta entrada la tarde: no llaman, no contestan, nadie sabe nada. Que están esperando el repuesto, que a lo mejor habrá dos viajes esta noche, que es probable también que se adelante. Muchas posibilidades para mantener interesado a un público definitivamente cautivo.

Pero insisto en llamar y pedir una señal, con la insólita intención de programar mi día extra y mi día perdido en el extranjero. Nada hasta las 17:00 hrs. en que aparece una luz de esperanza luego de varios intentos. Me voy a la noche, mismo itinerario. ¿Seguro? Claro me responde - ahora mismo lo vamos a mandar a buscar en taxi – me asegura confiadamente. Debo confesar que ingenuamente le creí y me dedique a esperar el taxi hasta que simplemente decidí sorprender a Delta y partir por mis propios medios al aeropuerto. Pero parece que se enteraron de mi juego, porque nunca llegó el taxi y nunca más me respondieron el teléfono.

Pero faltaba la última sorpresa: ¡90 minutos de fila para chequearme y confirmar en qué vuelo viajaba y con cual combinaría para mi destino final! Sin duda un record que solo se logra cuidadosamente al citar a los pasajeros de dos vuelos a la misma hora y sin personal adicional. Un verdadero festival en el aeropuerto de Santiago no acostumbrado a las muchedumbres desde que alguna línea aérea decidió digitalizar sus procesos de check in.

El día termina despegando 40 minutos tardes porque nuevamente se presenta una falla antes de iniciar el acostumbrado “carreteo” por la pista. ¡Que capacidad de sorpresa tiene Delta!

Tercer día, me doy cuenta que los norteamericanos no tienen sentido del humor. El avión llega a la hora a su destino y el personal de tierra es más que suficiente en todos los aeropuertos. No hay filas para recibir el equipaje al momento de combinar, o al momento de embarcar. Todos los vuelos llegan a la hora, nada se atrasa y los pilotos no dan explicaciones a los pasajeros. ¡Que aburrimiento! Que predecible se puede volver una empresa innovadora como Delta al momento de cambiar de frontera.

No importa, siempre tendré la posibilidad de volver a usar Delta en mi país. Ahí si que saben como transformar la rutina de los vuelos comerciales en una excitante aventura.


 
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