Crónicas Urbanas

9/13/2005

Chilenidad 1: Puntualidad a la chilena.

Cristián Orellana (a quien no tengo el placer de conocer personalmente), escribió en un artículo del periódico digital Gran Valparaíso: “YO SOY UNO de esos despreciables seres que tienen la mala costumbre de la puntualidad. Demás está decir que he pasado las dos terceras partes de mi vida esperando gente. Y no sólo eso, sino también he debido soportar que me tachen de mala onda, fome y cuadrado…”

Me siento plenamente interpretado por Cristián. Lo peor de todo es que la impuntualidad me ha contaminado como un virus y me ha hecho caer en pecado, cada vez y con mayor frecuencia me vuelvo lenta e irreversiblemente más impuntual.

¿A cuántas reuniones asiste que partan a la hora fijada? ¿Cuántos eventos sociales se inician a la hora en que se citan? ¿Cuántas clases recuerda que hayan partido exactamente a la hora que estaba planificada? ¿Cuántas horas al doctor comienzan en el horario en que fueron acordadas? En mi particular y poca representativa experiencia, solo tengo dos datos permanentes de puntualidad en Chile: el inicio de las funciones del Teatro Municipal y el cierre de los bancos a las 14:00 hrs. Por alguna razón en ambos casos me he sentido tratado con injusticia, cuando se estaba cumpliendo con la norma previamente conocida.

Es interesante la experiencia de la empresa “Compañía de Tejidos Primatex S.A” quien incorporó en sus contratos un bono de puntualidad y asistencia, que señala: ”La empresa se compromete a pagar a contar del 01 de Diciembre del 2002, a cada trabajador integrante de este contrato la suma de $7.090.- brutos mensuales a título de premio de asistencia y puntualidad, bajo la condición de que el trabajador respectivo no registre en el mes calendario anterior ausencias o faltas a su trabajo como tampoco atrasos en el mismo lapso.” El pago de este bono generó una polémica en la dirección del trabajo que puede verse aquí. Es interesante el punto de la empresa, a lo mejor somos impuntuales por falta de incentivos, porque nadie nos premia cuando cumplimos lo establecido y no se nos reconoce el esfuerzo personal de llegar a la hora. Es un punto.

Pero puede haber otras razones. A lo mejor tiene que ver con nuestro profundo sentido del humor y con el deseo incontrolable de sorprender a los demás manteniendo en una incógnita permanente, en que momento vamos a dejarnos caer a una cita previamente establecida.

También se puede deber a nuestra irrenunciable rebeldía que se niega a aceptar a que otros se impongan sobre la voluntad individual de cada uno. Finalmente, cada uno tiene la libertad de llegar a la hora que se le plazca, ¿o no?

Puede incluso que en realidad no seamos impuntuales. Es probable que estemos enfrentados a un nuevo concepto que no hemos acuñado en nuestra identidad nacional. En realidad, somos “puntuales con margen de error”, lo que representa que dentro de un rango de 15 a 30 minutos en el caso de una reunión, de 30 minutos a 1 hora en el caso de una hora al doctor siempre somos puntuales. Es fácil y simple si es que aprendemos a manejar nuestra agenda con margen de error (o de acierto), basta con que uno cite a una reunión a las 11:00 para asumir que se iniciará entre las 11:15 y las 11:30. De esta forma todos sabemos a que atenernos y nadie se sorprende.

Finalmente se me ocurre un par de iniciativas asociadas a ordenar la impuntualidad en Chile. Se podrían manejar husos horarios distintos dentro de la ciudad permitiendo entonces que en caso de ser acusados de impuntual, podamos apelar a la conversión del horario entre un lugar y otro de la urbe. Considero necesario el desarrollo de iniciativas innovadoras que permitan ocupar el tiempo libre que queda producto de los márgenes de error que nuestro modelo de puntualidad genera. Se podría, por ejemplo, desarrollar un fondo concursable para estimular el uso de este tiempo en áreas culturales, sociales o simplemente recreativas. Lo importante, en todo caso, es que empiecen y terminen a tiempo para no entorpecer el evento que nos convoca.


 
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