Crónicas Urbanas

9/05/2005

Confabulación.

Tengo que hacer una seria denuncia. Soy víctima de una confabulación. Chevrolet Chile (también conocido como General Motors) y su representante Kovacs, junto a quien sabe quién más están haciendo todo lo posible para evitar que siga siendo cliente de ellos y que renueve mi auto por otro modelo Chevrolet. Le puede parecer una exageración, pero una vez que conozca los hechos estoy seguro que estará de acuerdo conmigo.

Una hermosa mañana a fines de julio de este año deje mi auto en el servicio técnico de Kovacs para que le realizaran su mantención regular. Cuando lo retiré confiadamente en la tarde, nunca sospeché que a pocas cuadras del taller la dirección del auto porfiadamente se cargaría a la izquierda una y otra vez. Ciertamente que esto no tiene que ver con posiciones ideológicas ya superadas por la historia. No, se trataba evidentemente de un problema mecánico.

Asumí que simplemente se trataría de un descuido formal de algún mecánico estresado por los tiempos modernos, el exceso de hoyos en las calles de Santiago o el bombardeo de encuestas electorales. Entonces confiadamente acudí a pedir explicaciones, junto con compartir mis aprehensiones respecto a la salud mental de los técnicos a cargo de mantener mi vehículo.

Recibí sofisticadas explicaciones técnicas que no vale la pena detallar en este relato. Ahora entiendo que con estas pretendían engañarme, tratando de demostrarme una autoridad en la materia que evidentemente no poseían. El punto central radicaba en fallas a los neumáticos que en opinión de uno de los confabuladores “origina la mencionada insatisfacción al conducir”. Aquí viene lo más increíble, me aseguraron que gestionarían con los fabricantes el reemplazo de los cuatro neumáticos en virtud de la garantía. En otras palabras, me hicieron sentir que se preocuparía de mi caso. La verdad debo reconocerlo, no me había sentido tan protegido desde que mi padre me defendió de un compañero abusador a los siete años. Las palabras de este hombre sonaron cariñosas, comprensivas e incluso algo cómplices. Me hicieron sentir querido, como si mi nombre en Kovacs no fuera ni mi RUT ni la patente de mi auto.

Un mes después no me llamaban, no me escribían y no se acordaban de mi nombre. Pero a pesar de esta ausencia, me atreví a preguntar nuevamente y me contestaron que estaban trabajando para mí. Que ingenuidad la mía al creerles, pero cómo imaginar que todo era un engaño si toda la vida he aprendido a confiar en la gente.

Pasaron los días y nada. Entonces, despechado y herido, intuyendo que había sido abandonado a mi suerte y que si no reaccionaba estaba condenado a una insatisfacción al conducir de por vida, decidí reaccionar. Lo hice, me llené de valentía y los denuncie al Servicio Nacional del Consumidor. Si, los acuse públicamente.

El SERNAC me defendió y logro lo imposible. Los inescrupulosos sujetos debieron cumplir con su palabra y en menos de 72 horas estaba con mis neumáticos nuevos en el auto. Gracias amigos del SERNAC por devolverme la fe en la especie humana, en la empresa privada, en el libre mercado y en la legítima defensa de mis derechos ciudadanos. Nunca los olvidaré.

Pero la siniestra confabulación no se detendría ante esta jugada. No, habría más sorpresas que solo el ingenio de la intriga planificada puede generar en la mente humana. Al retirar el auto y con una sonrisa transparente me dicen: “¿usted vive cerca de acá?” Nuevamente mi ingenuidad me traicionó, al responder afirmativamente el sujeto se transformó en una especie de académico post-doctorado en alineaciones y balanceos automotrices y me sedujo con sofisticadas explicaciones para decirme que sería necesaria una nueva intervención en el auto para revisar una “leve vibración al manejar a alta velocidad”. Me fui tranquilo con la experta opinión, sin darme cuenta que estaba siendo víctima de una nueva intriga.

¿Quiere saber qué paso? Simple, la dirección del auto a los 100 km/h vibra permanentemente como si fuera con un neumático pinchado o por una carrera a campo despoblado. Y yo que había creído en la “leve vibración”.

No puedo repetir por escrito las tonalidades y acentuaciones de la alegoría que me permití expresar a este hombre sin escrúpulos, no sería justo repetir estos epítetos en público. Nuevamente intentó seducirme con explicaciones y cariñosos adjetivos acerca de la preocupación de Kovacs por mi y mi auto. Pero no le creí, a esta altura no estoy en condiciones de soportar una nueva frustración emocional. No otra vez.

Pero ellos son más poderosos e ingeniosos, tengo que reconocerlo. A media tarde del mismo día se comunicó conmigo un nuevo individuo con la intención de conocer mi opinión de la calidad del servicio recibido hace unos días atrás. Lo hizo gentilmente, con palabras amables, como acogiendo y empatizando con mí angustia y desesperación. Incluso habló de preocuparse personalmente de una pronta y efectiva respuesta. Aún más, a los minutos de terminar la conversación me envió un hermoso correo electrónico en el que señala entre otras palabras “…agradecemos vuestra disposición en recibir el llamado”, “… quisimos conocer su índice de satisfacción en torno al servicio de garantía prestado”, “…esperamos sinceramente contar con su preferencia en el futuro”.

Pero ya me di cuenta. Han confabulado contra mi todo este tiempo. Creen que con estas viles estrategias impedirán que siga siendo su cliente, que no considere otros modelos de auto de la misma marca en el futuro. Es probable que incluso pretendan que no los recomiende entre mis conocidos y amistades.

Pero no lo lograran. Soy más fuerte que ellos, hagan lo que hagan no me destruirán ni a mi ni a mi derecho de circular satisfecho al conducir. Esto, es un hecho.


 
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